Estás en la sala de espera, sentada, un poco nerviosa por los resultados que ya hacía semanas que esperabas.
De golpe, alguien grita tu nombre detrás de aquella puerta. No le ves ni la cara, pero supones que es tu doctor.
Te levantas y te diriges a aquella salita. Y cuando entras, como siempre, te lo encuentras allí en el ordenador, tecleando y sin levantar la mirada. Ni un simple “buenos días”, ni una invitación para que dispongas a sentarte.
“Bueno, es médico. Seguro que tiene mucho trabajo” piensas. Así que ni malgastas el tiempo en darle vueltas, aunque tus nervios han augmentado. Ha llegado el momento de saber los resultados.
“Has dado positivo”
Lo suelta directamente y seco. Aunque con el silencio que deja después de decir estas tres palabras, tampoco tienes tiempo en darte cuenta de lo que realmente significa esta frase.
“Tendrás que empezar el tratamiento el lunes que viene. Aunque nada garantiza que vaya a salir bien. Ya te dije que las probabilidades son bajas.”
Intentas aguantar la compostura. Intentas mantenerte firme y seria. Pero ninguna de todas tus fuerzas puede retener ese calor que esta empezando a entrar por tus ojos. Y no puedes evitarlo. Lloras.
¿Crees que este profesional hace bien su trabajo? ¿Crees que le falta algo?
La respuesta es simple: carece de inteligencia emocional.
Coeficiente intelectual vs. Inteligencia emocional

Aún no sé cómo acaba esta historia. Lo que sí sé es que cuando escogemos nuestra pasión, cuando escogemos trabajar de lo que realmente nos motiva, siempre habrá algo que no nos gustará.
Hay muchas profesiones que requieren una alta formación, una gran tecnificación y especialización. Son estos los trabajos que, en el pasado, y aún actualmente, se premian cuando tienes un gran coeficiente intelectual.
Y ahora viene mi gran pregunta: ¿es realmente imprescindible que el coeficiente intelectual de estos/as profesionales sea altísimo? ¿Es el único requerimiento que se necesita para estas profesiones?
La respuesta, desde el punto de vista de muchos especialistas de recursos humanos, es clara: coeficiente intelectual, si es alto está genial. Pero si carece de inteligencia emocional, será difícil (por no decir imposible) que pueda pasar los procesos de selección de la mayor parte de posiciones de trabajo.
Llega la inteligencia emocional, el determinante para la selección
Según una encuesta reciente realizada a más de 2.600 especialistas de selección y recursos humanos de Estados Unidos, un 71% de los expertos en RRHH valora más la inteligencia emocional que el coeficiente intelectual (datos de este artículo del diario EL MUNDO).
Y es que, siguiendo el pequeño relato del inicio, para ser médico es obvio que es necesario disponer de unas capacidades intelectuales altas. Nos jugamos un tema muy serio con esto: nuestras vidas. Pero a la vez, ¿no creéis que el trato con el paciente también cuenta? Lo dejo en el aire para que reflexionemos bien ????.
[bctt tweet=»Un 71% de los expertos en RRHH valora más la inteligencia emocional que el coeficiente intelectual.»]
¿Por qué es tan importante la inteligencia emocional?

Te propongo un ejercicio interesante para responder a esta cuestión ➡ Imagínate que te dan un proyecto en tu compañía y tienes que escoger a una persona de tu equipo para que colabore codo con codo contigo:
- La persona A es muy inteligente. Siempre encuentra la respuesta a todos los problemas y es capaz de conseguir lo inimaginable en cuestión de temas profesionales. Es la gran referencia cuando se trata de resolver temas de gran importancia en la empresa. Pero tiene peros: siempre se mantiene ajena de los problemas de los demás, preocupándose solo de sus tareas. A parte de que es imposible debatir con él/ella los distintos puntos de vista, ya que solo tiene en cuenta su perspectiva. Al fin y al cabo, es una persona con la que es muy difícil relacionarse a no ser que se trate de un tema de trabajo que le incumba.
- La persona B sabe hacer su trabajo. No es brillante como la persona A en cuanto a su especialización: necesitará colaboración con otros profesionales para resolver grandes problemas. No obstante, es muy fácil trabajar con él/ella. Se compenetra muy bien con sus compañeros/as y cuando se trata de hacer tareas en equipo es proactiva y es capaz de escuchar y debatir las distintas opiniones.
La pregunta es fácil: ¿con cuál te quedas?